32. ¡El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos! También los que estaban crucificados con él le insultaban.
33. Y cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
34. Y a la hora novena, exclamó Jesús a gran voz, diciendo: ¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani?, que interpretado quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?
35. Y al oírle algunos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama a Elías.
36. Y corrió uno y, empapando una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.
37. Pero Jesús, dando una gran voz, expiró.
38. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39. Y el centurión que estaba delante de él, al ver que, después de clamar así, había expirado, dijo: ¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!
40. Y también había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, y María, la madre de Jacobo, el menor, y de José y Salomé;
41. quienes, estando aún él en Galilea, le habían seguido y servido; y otras muchas que juntamente con él habían subido a Jerusalén.
42. Y al atardecer, porque era la preparación, es decir, la víspera del sábado,
43. José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a donde estaba Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
44. Y Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto.
45. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José.
46. Éste compró una sábana y, bajándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.