Reina-Valera 1909

Lucas 9:38-56 Reina-Valera 1909 (RVR1909)

38. Y he aquí, un hombre de la multitud clamó, diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, que es el único que tengo.

39. Y he aquí un espíritu le toma, y de repente da voces; y le sacude y le hace echar espumarajos, y magullándole, difícilmente se aparta de él.

40. Y rogué a tus discípulos que lo echasen fuera, pero no pudieron.

41. Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.

42. Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió; mas Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre.

43. Y todos estaban atónitos de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:

44. Poned vosotros en vuestros oídos estas palabras, porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.

45. Pero ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle acerca de ellas.

46. Entonces entraron en discusión sobre cuál de ellos sería el mayor.

47. Pero Jesús, percibiendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó a un niño y lo puso junto a sí,

48. y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió, porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.

49. Entonces Juan habló y dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no anda con nosotros.

50. Jesús le dijo: No se lo prohibáis, porque el que no está contra nosotros, por nosotros está.

51. Y aconteció que, cuando se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.

52. Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.

53. Pero no le recibieron, porque vieron en su semblante que se dirigía a Jerusalén.

54. Y al ver esto sus discípulos Jacobo y Juan, le dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?

55. Entonces, volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois,

56. porque el Hijo del Hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.