Reina-Valera 1909

Lucas 9:24-40 Reina-Valera 1909 (RVR1909)

24. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.

25. Pues, ¿qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo y se pierde o se destruye a sí mismo?

26. Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste el Hijo del Hombre se avergonzará cuando venga en su gloria y en la del Padre, y de los santos ángeles.

27. Y en verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.

28. Y aconteció, como ocho días después de estas palabras, que Jesús tomó a Pedro, y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.

29. Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo blanca y resplandeciente.

30. Y he aquí dos varones que hablaban con él, que eran Moisés y Elías,

31. quienes aparecieron en gloria, y hablaban de la partida de Jesús, la cual había de cumplirse en Jerusalén.

32. Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; y cuando despertaron del todo, vieron la gloria de Jesús y a aquellos dos varones que estaban con él.

33. Y aconteció que, al apartarse ellos de él, Pedro le dijo a Jesús: Maestro, bueno es que estemos aquí; hagamos tres enramadas, una para ti, y una para Moisés y una para Elías, sin saber lo que decía.

34. Y mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar ellos en la nube.

35. Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a él oíd.

36. Y cuando cesó aquella voz, Jesús fue hallado solo. Y ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

37. Y aconteció al día siguiente que, cuando hubieron bajado ellos del monte, una gran multitud les salió al encuentro.

38. Y he aquí, un hombre de la multitud clamó, diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, que es el único que tengo.

39. Y he aquí un espíritu le toma, y de repente da voces; y le sacude y le hace echar espumarajos, y magullándole, difícilmente se aparta de él.

40. Y rogué a tus discípulos que lo echasen fuera, pero no pudieron.