22. diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas y sea desechado por los ancianos, y por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día.
23. Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día y sígame.
24. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.
25. Pues, ¿qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo y se pierde o se destruye a sí mismo?
26. Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste el Hijo del Hombre se avergonzará cuando venga en su gloria y en la del Padre, y de los santos ángeles.
27. Y en verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.
28. Y aconteció, como ocho días después de estas palabras, que Jesús tomó a Pedro, y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
29. Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su ropa se hizo blanca y resplandeciente.
30. Y he aquí dos varones que hablaban con él, que eran Moisés y Elías,
31. quienes aparecieron en gloria, y hablaban de la partida de Jesús, la cual había de cumplirse en Jerusalén.
32. Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; y cuando despertaron del todo, vieron la gloria de Jesús y a aquellos dos varones que estaban con él.
33. Y aconteció que, al apartarse ellos de él, Pedro le dijo a Jesús: Maestro, bueno es que estemos aquí; hagamos tres enramadas, una para ti, y una para Moisés y una para Elías, sin saber lo que decía.
34. Y mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar ellos en la nube.