47. Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, vino temblando y, postrándose delante de él, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado y cómo al instante había sido sanada.
48. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz.
49. Mientras él aún hablaba, vino uno de la casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no importunes más al Maestro.
50. Y oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y ella será sanada.
51. Y entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la niña.
52. Y lloraban todos y se lamentaban. Y él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.
53. Y hacían burla de él, sabiendo que estaba muerta.
54. Pero él, tomándola de la mano, clamó, diciendo: ¡Muchacha, levántate!
55. Entonces su espíritu volvió, y se levantó inmediatamente; y él mandó que le diesen de comer.
56. Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.