32. Y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
33. Y había en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,
34. diciendo: ¡Déjanos!, ¿qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios.
35. Y Jesús le reprendió, diciendo: ¡Enmudece y sal de él! Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él y no le hizo daño alguno.
36. Y hubo asombro en todos, y hablaban entre sí, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37. Y su fama se divulgaba en todas partes por todos los lugares de la comarca.
38. Entonces Jesús se levantó, salió de la sinagoga y entró en casa de Simón; y la suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le rogaron por ella.
39. E inclinándose hacia ella, reprendió la fiebre, y la fiebre la dejó; y en seguida ella se levantó y les servía.
40. Y al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.