2. Los hijos preciados de Sión, estimados más que el oro puro, ¡cómo son ahora estimados como vasijas de barro, obra de manos de alfarero!
3. Aun los chacales amamantan a sus cachorros, pero la hija de mi pueblo es cruel como los avestruces del desierto.
4. La lengua del niño de pecho de sed se pegó a su paladar; los chiquitos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese.
5. Los que comían delicados manjares quedaron desolados en las calles; los que se criaron entre carmesí abrazaron los estercoleros.
6. Y la iniquidad de la hija de mi pueblo es mayor que el pecado de Sodoma, que fue destruida en un instante y sin que pusieran manos sobre ella.
7. Sus nazareos fueron más puros que la nieve, más blancos que la leche; sus cuerpos, más sonrosados que el coral, su aspecto como el zafiro.
8. Más oscuro que el hollín es su aspecto; no se los reconoce por las calles; su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo.
9. Más dichosos fueron los muertos a espada que los muertos por el hambre, porque éstos murieron poco a poco por falta de los frutos de la tierra.
10. Las manos de las mujeres piadosas cocinaron a sus propios hijos, que les sirvieron de comida en la destrucción de la hija de mi pueblo.
11. Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira y encendió en Sión fuego que consumió hasta sus cimientos.
12. Nunca los reyes de la tierra, ni todos los que habitan en el mundo, hubieran creído que el enemigo y el adversario entrarían por las puertas de Jerusalén.