4. Tú dices: Mi doctrina es pura, y yo soy limpio delante de tus ojos.
5. Mas, ¡oh, quién diera que Dios hablara, y abriera sus labios para contigo
6. y te declarara los secretos de la sabiduría, que son el doble de la sana sabiduría! Conocerías entonces que Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece.