16. Y el pueblo a quien profetizan será echado en las calles de Jerusalén a causa del hambre y de la espada; y no habrá quien los entierre a ellos, ni a sus esposas, ni a sus hijos ni a sus hijas; y sobre ellos derramaré su propia maldad.
17. Les dirás, pues, esta palabra: Derramen mis ojos lágrimas noche y día, y no cesen, porque de gran quebranto es quebrantada la virgen hija de mi pueblo, de herida muy grave.
18. Si salgo al campo, he aquí, muertos a espada; y si entro en la ciudad, he aquí, enfermedades por el hambre; porque tanto el profeta como el sacerdote anduvieron vagando en tierra que no conocían.
19. ¿Has desechado enteramente a Judá? ¿Ha aborrecido tu alma a Sión? ¿Por qué nos has herido sin que haya remedio para nosotros? Esperábamos paz, y no hubo bien; tiempo de curación, y he aquí, turbación.
20. Reconocemos, oh Jehová, nuestra maldad, la iniquidad de nuestros padres, porque contra ti hemos pecado.
21. Por amor de tu nombre, no nos desprecies ni deshonres el trono de tu gloria; acuérdate, no invalides tu convenio con nosotros.