7. Y he aquí, se apareció un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
8. Y le dijo el ángel: Cíñete y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto y sígueme.
9. Y saliendo, le seguía, sin saber si era verdad lo que hacía el ángel; más bien pensaba que veía una visión.
10. Y habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí sola; y habiendo salido, pasaron una calle, y en seguida el ángel se apartó de él.
11. Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba.
12. Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María, la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando.
13. Y cuando Pedro llamó a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode,
14. la que, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.
15. Y ellos le dijeron: ¡Estás loca! Pero ella afirmaba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!
16. Pero Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos.
17. Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió y se fue a otro lugar.
18. Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro.
19. Y Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardias, los mandó ejecutar. Después, descendiendo de Judea a Cesarea, se quedó allí.
20. Y Herodes estaba enojado con los de Tiro y los de Sidón; pero ellos, de común acuerdo, vinieron a él, y habiendo sobornado a Blasto, que era el camarero del rey, pidieron paz, porque las tierras de ellos eran abastecidas por las del rey.
21. Y un día señalado, Herodes, vestido de ropa real, se sentó en el tribunal y los arengó.
22. Y el pueblo aclamaba: Voz de un dios, y no de hombre.