Reina-Valera 1909

Ezequiel 3:12-27 Reina-Valera 1909 (RVR1909)

12. Y el espíritu me levantó, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo, que decía: Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar.

13. Oí también el ruido de las alas de los seres vivientes que se tocaban la una con la otra, y el ruido de las ruedas delante de ellos y el ruido de gran estruendo.

14. Y el espíritu me levantó y me llevó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, mas la mano de Jehová era fuerte sobre mí.

15. Y vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días, atónito, entre ellos.

16. Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

17. Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca y los amonestarás de mi parte.

18. Cuando yo diga al malvado: De cierto morirás, y tú no lo amonestas ni le hablas, para que el malvado sea advertido de su mal camino a fin de que viva, el malvado morirá en su iniquidad, mas su sangre demandaré de tu mano.

19. Pero si tú amonestas al malvado, y él no se convierte de su maldad ni de su mal camino, él morirá en su iniquidad, pero tú habrás librado tu alma.

20. Y si el justo se aparta de su justicia y comete iniquidad, y yo pongo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no lo amonestaste, en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no serán recordadas; mas su sangre demandaré de tu mano.

21. Pero si amonestas al justo para que no peque, y no peca, ciertamente vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.

22. Y vino allí la mano de Jehová sobre mí y me dijo: Levántate y sal al campo, y allí hablaré contigo.

23. Entonces me levanté y salí al campo; y he aquí que allí estaba la gloria de Jehová, como la gloria que había visto junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro.

24. Y el espíritu entró en mí, y me afirmó sobre mis pies, y me habló y me dijo: Ve y enciérrate dentro de tu casa.

25. Y tú, oh hijo de hombre, he aquí que pondrán cuerdas sobre ti y con ellas te atarán, y no saldrás para estar entre ellos.

26. Y haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo; y no serás para ellos varón que reprende, porque son una casa rebelde.

27. Pero cuando yo te hable, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: El que escucha, que escuche; y el que no quiera escuchar, que no escuche, porque casa rebelde son.