La Palabra Versión Hispanoamericana

Mateo 5:22-36 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

22. Pero yo les digo: El que se enemiste con su hermano, será llevado a juicio; el que lo insulte* será llevado ante el Consejo Supremo*, y el que lo injurie gravemente* se hará merecedor del fuego de la gehena.

23. Por tanto, si en el momento de ir a presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo en contra de ti,

24. deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano. Luego regresa y presenta tu ofrenda.

25. Ponte de acuerdo con tu adversario sin demora mientras estás a tiempo de hacerlo, no sea que tu adversario te entregue al juez, y el juez a los guardias, y vayas a dar con tus huesos en la cárcel.

26. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo de tu deuda.

27. Ustedes saben que se dijo: No cometas adulterio.

28. Pero yo les digo: El que mira con malos deseos a la mujer de otro, ya está adulterando con ella en el fondo de su corazón.

29. Así que, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena.

30. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti. Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena.

31. También se dijo: El que se separe de su mujer, debe darle un acta de divorcio.

32. Pero yo les digo que todo aquel que se separa de su mujer (salvo en caso de inmoralidad sexual), la pone en peligro de cometer adulterio. Y el que se casa con una mujer separada también comete adulterio.

33. Ustedes saben, así mismo, que se dijo a nuestros antepasados: No jures en falso, sino cumple lo que prometiste al Señor con juramento.

34. Pero yo les digo: No jures en manera alguna. No jures por el cielo, porque es el trono de Dios;

35. ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.

36. Ni siquiera jures por tu propia cabeza, porque no está en tu mano hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos.