La Palabra Versión Hispanoamericana

Mateo 27:8-24 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

8. Por esta razón, aquel campo recibió el nombre de Campo de Sangre, que es el que ha conservado hasta el día de hoy.

9. Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: Tomaron las treinta monedas de plata, que fue el precio de aquel a quien tasaron los israelitas,

10. y compraron con ellas el campo del alfarero, de acuerdo con lo que el Señor me había ordenado.

11. Jesús compareció ante el gobernador, el cual le preguntó:—¿Eres tú el rey de los judíos?Jesús le contestó:—Tú lo dices.

12. Y ya no habló más, a pesar de que los sacerdotes y los ancianos no dejaban de acusarlo.

13. Pilato le preguntó:—¿No oyes lo que estos están testificando contra ti?

14. Pero Jesús no le contestó ni una palabra, de manera que el gobernador se quedó muy extrañado.

15. En la fiesta de la Pascua, el gobernador romano solía conceder la libertad a un preso, el que la gente escogía.

16. Tenía en aquel momento un preso famoso, llamado Jesús Barrabás.

17. Viendo reunido al pueblo, Pilato preguntó:—¿A quién quieren ustedes que ponga en libertad: a Jesús Barrabás o a ese Jesús a quien llaman Mesías?

18. Y es que sabía que a Jesús lo habían entregado por envidia.

19. Mientras el gobernador estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió este recado: «Ese hombre es inocente. No te hagas responsable de lo que le suceda. Esta noche he tenido pesadillas horribles por causa suya».

20. Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

21. El gobernador volvió a preguntar:—¿A cuál de estos dos quieren que conceda la libertad?Ellos contestaron:—¡A Barrabás!

22. Pilato les dijo:—¿Y qué quieren que haga con Jesús, a quien llaman Mesías?Todos contestaron:—¡Crucifícalo!

23. Insistió Pilato:—¿Cuál es su delito?Pero ellos gritaban cada vez con más fuerza:—¡Crucifícalo!

24. Pilato, al ver que nada adelantaba sino que el alboroto crecía por momentos, mandó que le trajeran agua y se lavó las manos* en presencia de todos, proclamando:—¡Yo no me hago responsable de la muerte de este hombre! ¡Allá ustedes!