38. Manténganse vigilantes y oren para que no desfallezcan en la prueba. Es cierto que tienen buena voluntad, pero les faltan las fuerzas.
39. Otra vez se alejó de ellos y oró diciendo lo mismo.
40. Regresó de nuevo a donde estaban los discípulos y volvió a encontrarlos dormidos, pues tenían los ojos cargados de sueño. Y no supieron qué contestarle.
41. Cuando volvió por tercera vez, les dijo:—¿Aún siguen durmiendo y descansando? ¡Ya basta! Ha llegado la hora: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.
42. Levántense, vámonos. Ya está aquí el que me va a entregar.