La Palabra Versión Hispanoamericana

Marcos 1:15-33 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

15. Decía:—El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el reino de Dios. Conviértanse y crean en la buena noticia.

16. Iba Jesús caminando por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red en el lago.

17. Jesús les dijo:—Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.

18. Ellos dejaron al punto sus redes y se fueron con él.

19. Un poco más adelante vio a Santiago, el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca reparando las redes.

20. Los llamó también, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca junto con los trabajadores contratados, se fueron en pos de él.

21. Se dirigieron a Cafarnaún y, cuando llegó el sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar.

22. Todos quedaban impresionados por sus enseñanzas, porque los enseñaba como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley.

23. Estaba allí, en la sinagoga,* un hombre poseído por un espíritu impuro, que gritaba:

24. —¡Jesús de Nazaret, déjanos en paz! ¿Has venido a destruirnos? ¡Te conozco bien: tú eres el Santo de Dios!

25. Jesús lo increpó, diciéndole:—¡Cállate y sal de él!

26. El espíritu impuro, sacudiéndolo violentamente y dando un gran alarido, salió de él.

27. Todos quedaron asombrados hasta el punto de preguntarse unos a otros:—¿Qué está pasando aquí? Es una nueva enseñanza, llena de autoridad. Además, este hombre da órdenes a los espíritus impuros, y lo obedecen.

28. Y muy pronto se extendió la fama de Jesús por todas partes en la región entera de Galilea.

29. Al salir de la sinagoga, Jesús fue a casa de Simón y Andrés, acompañado también por Santiago y Juan.

30. Le dijeron que la suegra de Simón estaba en cama, con fiebre.

31. Él entonces se acercó, la tomó de la mano e hizo que se levantara. Al instante le desapareció la fiebre y se puso a atenderlos.

32. Al anochecer, cuando ya el sol se había puesto*, le llevaron todos los enfermos y poseídos por demonios.

33. Toda la gente de la ciudad se apiñaba a la puerta,