34. —¡Jesús de Nazaret, déjanos en paz! ¿Has venido a destruirnos? ¡Te conozco bien: tú eres el Santo de Dios!
35. Jesús lo increpó, diciéndole:—¡Cállate y sal de él!Y el demonio, tirándolo al suelo delante de todos, salió de él sin hacerle ningún daño.
36. Todos quedaron asombrados y se decían unos a otros:—¡Qué poderosa es la palabra de este hombre! ¡Con qué autoridad da órdenes a los espíritus impuros y estos salen!
37. Y la fama de Jesús se extendía por toda la comarca.
38. Al salir de la sinagoga, Jesús fue a casa de Simón. La suegra de Simón estaba enferma, con fiebre muy alta, y rogaron a Jesús que la curase.
39. Jesús, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y la fiebre desapareció. La enferma se levantó inmediatamente y se puso a atenderlos.
40. A la puesta del sol, llevaron ante Jesús toda clase de enfermos, y él los curaba poniendo las manos sobre cada uno.
41. Muchos estaban poseídos por demonios, que salían de ellos gritando:—¡Tú eres el Hijo de Dios!Pero Jesús los increpaba y no les permitía que hablaran de él, porque sabían que era el Mesías.
42. Al hacerse de día, Jesús salió de la ciudad y se retiró a un lugar solitario. La gente estaba buscándolo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para impedir que se fuera de allí.
43. Pero Jesús les dijo:—Tengo que ir también a otras ciudades, a llevarles la buena noticia del reino de Dios, pues para eso he sido enviado.
44. Y andaba proclamando el mensaje por las sinagogas de Judea.