25. puso en libertad al que tenía preso por una revuelta callejera y un asesinato, y les entregó a Jesús para que hiciesen con él lo que quisieran.
26. Cuando lo llevaban para crucificarlo, echaron mano de un tal Simón, natural de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús.
27. Lo acompañaba mucha gente del pueblo junto con numerosas mujeres que lloraban y se lamentaban por él.
28. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:—Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí; lloren, más bien, por ustedes mismas y por sus hijos.
29. Porque vienen días en que se dirá: «¡Felices las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron!».
30. La gente comenzará entonces a decir a las montañas: «¡Caigan sobre nosotros!»; y a las colinas: «¡Sepúltennos!».
31. Porque si al árbol verde le hacen esto, ¿qué no le harán al seco?
32. Llevaban también a dos criminales para ejecutarlos al mismo tiempo que a Jesús.
33. Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», crucificaron a Jesús y a los dos criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda.
34. Jesús entonces decía:—Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.Los soldados se repartieron las ropas de Jesús echándolas a suertes.
35. La gente estaba allí mirando, mientras las autoridades se burlaban de Jesús, diciendo:—Puesto que ha salvado a otros, que se salve a sí mismo si de veras es el Mesías, el elegido de Dios.
36. Los soldados también se burlaban de él: se acercaban para ofrecerle vinagre y le decían:
37. —Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.