22. El Señor ya no pudo aguantar la maldad de sus acciones y las abominaciones que cometían, y su tierra se convirtió en ruinas, desolación y maldición, y se quedó sin habitantes hasta el día de hoy.
23. Y es que quemaban ofrendas de incienso y pecaban contra el Señor, sin hacerle caso y sin vivir conforme a su ley, a sus mandatos y a sus decisiones. Por eso les sobrevino aquella desgracia, que continúa hoy.
24. Y añadió Jeremías a toda la gente y a las mujeres:—Escuchen la palabra del Señor, judaítas que viven en el país de Egipto.
25. Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: Ustedes y sus mujeres lo dicen de palabra y lo realizan en la práctica: «Pensamos cumplir los votos que hemos hecho de ofrecer incienso a la Reina del Cielo y de hacerle libaciones»; y seguro que mantendrán sus votos y cumplirán sus promesas por todos los medios.
26. Pero escuchen la palabra del Señor, judaítas todos que habitan en el país de Egipto: He jurado por mi ilustre nombre —dice el Señor— que mi nombre no volverá a ser invocado por ninguna persona de Judá, por esos que suelen jurar: «Por vida del Señor Dios» en el país de Egipto.
27. Los estoy vigilando con intención de enviarles no beneficios, sino calamidades; hacerles daño, no bien. Todos los judaítas que viven en Egipto morirán víctimas de la espada y del hambre, hasta que yo acabe con ellos.
28. [Serán unos pocos los que escapen de la espada y regresen del país Egipto a territorio de Judá]. Y entonces los supervivientes de Judá que han venido a Egipto a residir como forasteros sabrán qué palabra es la que se cumple, si la mía o la de ellos.
29. Y esto les servirá de señal —oráculo del Señor—: Pienso castigarlos en este lugar para que reconozcan que las calamidades que les anuncié se cumplirán sin falta.