La Palabra Versión Hispanoamericana

Hechos 19:9-22 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

9. Pero como algunos se obstinaban en no creer y, además, trataban de desprestigiar ante la asamblea el nuevo camino del Señor*, Pablo decidió apartarse de ellos y formar un grupo aparte con los discípulos, a quienes instruía a diario en un aula de la escuela de Tirano.

10. Esta situación se prolongó por dos años, de modo que todos los habitantes de la provincia de Asia, tanto judíos como no judíos, tuvieron ocasión de escuchar el mensaje del Señor.

11. Dios realizaba extraordinarios milagros por medio de Pablo,

12. hasta el punto de que el simple contacto con los pañuelos y otras prendas usadas por Pablo bastaba para curar a los enfermos o expulsar a los espíritus malignos.

13. Había allí entonces unos exorcistas itinerantes judíos que también se servían del nombre de Jesús, el Señor, en sus exorcismos sobre los poseídos de espíritus malignos. La fórmula que utilizaban era esta: «¡Los conjuro por Jesús, a quien Pablo anuncia!».

14. Los que así actuaban eran siete hijos de un judío llamado Esceva, jefe de los sacerdotes.

15. Pero el espíritu maligno les respondió:—Conozco a Jesús y sé quién es Pablo. Pero ¿quiénes son ustedes?

16. De pronto, el poseso se abalanzó sobre ellos y, dominándolos a todos, los maltrató con tal violencia que tuvieron que huir de aquella casa desnudos y maltrechos.

17. Esto se supo en todos los barrios de Éfeso, tanto por parte de judíos como de no judíos, con lo que el temor se apoderó de todos, aumentando sobremanera el prestigio de Jesús, el Señor.

18. Muchos de los nuevos creyentes no dudaron en reconocer públicamente sus anteriores prácticas supersticiosas.

19. Y un buen número de personas que se habían dedicado a la magia recogieron sus libros y los quemaron a la vista de todos. Un cálculo aproximado del valor de aquellos libros arrojó la cifra de cincuenta mil monedas de plata.

20. Tal era la fuerza arrolladora con que se extendía e imponía el mensaje del Señor.

21. Así las cosas, se propuso Pablo visitar Macedonia y Acaya, para continuar luego hasta Jerusalén. Se decía a sí mismo: «Después que llegue allí, tendré también que visitar Roma».

22. Envió, por tanto, a Macedonia a dos de sus ayudantes, Timoteo y Erasto, mientras él se quedó algún tiempo más en la provincia de Asia.