2. Hagámoslo con los ojos puestos en Jesús, origen y plenitud de nuestra fe. Jesús, que, renunciando a una vida placentera*, afrontó sin acobardarse la ignominia de la cruz y ahora está sentado junto al trono de Dios.
3. Tengan, por tanto, en cuenta a quien soportó una oposición tan fuerte de parte de los pecadores. Si lo hacen así, el desaliento no se apoderará de ustedes.
4. En realidad, aún no han llegado ustedes a derramar sangre en su lucha contra el pecado,
5. pero sí han olvidado la exhortación paternal que les dirige la Escritura: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor ni pierdas el ánimo cuando él te reprenda,
6. pues el Señor corrige a quien ama y castiga a quien reconoce como hijo.