9. Recuerden, hermanos, nuestros afanes y fatigas: cómo trabajamos día y noche para no ser gravosos a nadie, mientras les anunciábamos el mensaje evangélico de Dios.
10. Testigos son, y lo es Dios también, de lo noble, honrado e irreprochable que fue nuestro proceder para con ustedes, los creyentes.
11. Tratamos a cada uno —¡bien lo saben!— como un padre trata a sus hijos:
12. exhortándolos, animándolos y amonestándolos para que se comporten de una manera digna del Dios que los ha llamado a su reino glorioso.