34. Entonces un soldado lanzó una flecha al azar que hirió al rey de Israel, entrando por las juntas de la coraza. Inmediatamente el rey ordenó al conductor de su carro:—Da la vuelta y sácame del campo de batalla, que estoy herido.
35. Pero en aquel momento la batalla se recrudeció tanto, que el rey tuvo que aguantar en su carro haciendo frente a los sirios, y al atardecer murió, mientras la sangre de su herida corría por el suelo del carro.
36. A la puesta del sol comenzó a correr la voz en el campo de batalla:—¡Cada uno a su pueblo y a su tierra!
37. ¡El rey ha muerto!Entonces llevaron al rey a Samaría y lo enterraron allí.