La Palabra Versión Hispanoamericana

1 Reyes 13:17-34 La Palabra Versión Hispanoamericana (BLPH)

17. pues el Señor me ha ordenado que no coma ni beba nada aquí y que no regrese por el mismo camino por el que he venido.

18. Pero el anciano insistió:—Yo también soy profeta, como tú, y un ángel me ha ordenado, de parte del Señor, que te lleve conmigo a mi casa para que comas y bebas algo.Así lo engañó

19. y el otro fue con él a comer y beber en su casa.

20. Mientras estaban sentados a la mesa, el Señor habló al profeta que lo había hecho volver

21. y este gritó al hombre de Dios venido de Judá:—Esto dice el Señor: Por haber desobedecido las órdenes del Señor y no haber cumplido el mandato que te dio,

22. regresando a comer y beber a este lugar donde él te lo había prohibido, tu cadáver no será enterrado en la sepultura de tus padres.

23. Cuando terminó de comer y beber, aparejó el burro del profeta al que había hecho volver.

24. Este se marchó, pero en el camino un león le salió al encuentro y lo mató. Su cadáver quedó tendido en el camino, mientras el burro y el león se quedaban de pie junto a él.

25. Pasaron unos hombres que vieron el cadáver tendido en el camino y al león de pie junto a él y fueron a dar la noticia a la ciudad donde vivía el profeta anciano.

26. Cuando este se enteró, comentó:—Ese es el profeta que desobedeció el mandato del Señor; por eso el Señor lo ha entregado al león, que lo ha despedazado y matado, tal y como le anunció el Señor.

27. Entonces ordenó a sus hijos:—Aparéjenme el burro.Cuando se lo aparejaron,

28. él partió y encontró el cadáver tendido en el camino y al burro y al león de pie junto al cadáver. El león no había devorado el cadáver ni despedazado al burro.

29. El profeta recogió el cadáver del hombre de Dios, lo cargó en el burro y regresó con él a su ciudad para hacerle duelo y enterrarlo.

30. Lo enterró en su propia sepultura y le cantaron la elegía «¡Ay, hermano mío!».

31. Después de enterrarlo, dijo a sus hijos:—Cuando yo muera, entiérrenme en la sepultura donde está enterrado el hombre de Dios y pongan mis huesos junto a los suyos;

32. porque inexorablemente se cumplirá la amenaza que lanzó, por orden del Señor, contra el altar de Betel y contra todos los santuarios de los montes que hay en las ciudades de Samaría.

33. Después de todo esto, Jeroboán no abandonó su mala conducta; al contrario, volvió a nombrar sacerdotes de los santuarios a gente del pueblo. A todo el que lo deseaba, lo consagraba sacerdote de los santuarios.

34. Este fue el pecado de la dinastía de Jeroboán, por lo que fue exterminada y borrada del mapa.