2. ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño!
3. Mientras callé mi pecado , mi cuerpo se consumió con mi gemir durante todo el día.
4. Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano. (Selah)