25. Hasta que alguien llegó con esta información:—Los hombres que ustedes metieron en la cárcel están en el Templo, tan tranquilos, enseñando al pueblo.
26. Fue entonces el jefe de la guardia con sus hombres y trajeron a los apóstoles, aunque sin violencia, por temor a ser apedreados por el pueblo.
27. Una vez introducidos a la presencia del Consejo Supremo, el sumo sacerdote procedió a interrogarlos:
28. —Les teníamos terminantemente prohibido enseñar en nombre de ese. Pero resulta que ustedes han infestado Jerusalén con su enseñanza, y encima quieren hacernos responsables de la muerte de ese hombre.
29. Pedro y los otros apóstoles respondieron:—Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres.
30. El Dios de nuestros antepasados ha resucitado a Jesús, a quien ustedes mataron colgándolo en un madero.
31. Ha sido Dios quien lo ha elevado a la máxima dignidad y lo ha constituido jefe y salvador, para ofrecer a la nación israelita la ocasión de convertirse y de alcanzar el perdón de los pecados.
32. Y nosotros somos testigos de ello junto con el Espíritu Santo, que Dios ha concedido a quienes lo obedecen.
33. Los miembros del Consejo perdieron los estribos al oír esto y querían matarlos.
34. Pero había en el Consejo un fariseo llamado Gamaliel, doctor en la ley y muy respetado por todo el pueblo; este tomó la palabra, mandó que sacasen de la sala durante unos instantes a los detenidos
35. y dijo a los presentes:—Israelitas, reflexionen bien sobre lo que se proponen hacer con estos hombres.
36. Hace poco apareció un tal Teudas pretendiendo ser alguien importante, y logró reunir unos cuatrocientos adeptos. Pero lo mataron y todos sus seguidores se dispersaron y quedaron reducidos a la nada.